El Ciclo de Obras


 En nuestra publicación previa vimos que Jesús vivía y servía a otros siguiendo un ciclo de gracia siendo llenado de gracia por su Padre y bendiciendo a otros con gracia. Este ciclo de gracia puede ayudarnos a mantener balance y no quemarnos en lo que hacemos.

Lamentablemente, la manera que muchas personas viven va al contrario del ciclo de vida que Jesús demostró. Vivimos aceleradamente y trabajamos arduamente para producir fruto y ser fecundos. De hecho para quienes servimos en iglesias o ministerios, tal vez somos evaluados a base de "cuanto fruto hemos producido." 

Personalmente, cuando producimos fruto, nos llena de satisfacción y sentimos que nuestra vida significa algo para los demás. Y cuando sentimos que somos significativos, esto nos sostiene tanto emocionalmente, relacionalmente y nos ayuda a promocionarnos si tenemos que levantar fondos para sostenernos económicamente. Buscamos sostenimiento y si lo encontramos sentimos aceptados y exitosos. 

Ahora, piense por un momento. ¿Qué pasa si no hay fruto? ¿Cómo resulta este ciclo?

Los investigadores Frank Lake y Emil Brunner, en los 1960, descubrieron que los misioneros que vivían en este ciclo se quemaban muy rápidos y desertaban su campo de trabajo. ¿Cómo estamos hoy en día? 

Algo muy importante tiene que ver con nuestra evaluación propia. ¿Cómo se defina el éxito? 

Claro que queremos ver fruto! Pero Jesús nos enseñó que el fruto vendrá por nuestra permanencia en él. "El que permanece en mi, y yo en él, este lleva mucho fruto;" (Juan 15:5). La cuestión es que si medimos el fruto y no nuestra permanencia estamos tomando las medidas equivocadas. 

Vuelvo a la pregunta, ¿cómo define usted el éxito? ¿Por su fruto o por su permanencia y aceptación en Jesús?

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